Por qué aún a pesar de haber
estudiado y escuchado una y otra vez la esencia fundamental del papel de la
familia, a día de hoy, no he visto ésta de forma clara.
Es decir, en un sitio, en otro, con
unos pacientes y con otros, la familia es secundaria, permanece en un plano
paralelo, aunque distinto al paciente.
Sé que el no reducir esta reflexión
a un caso especifico se vislumbra desde una perspectiva demasiado amplia, ya
que podemos encontrar diferentes visiones dentro de la familia, en el paciente
paliativo (de gran importancia en este aspecto), en el enfermo de alzheimer, en
el paciente crítico, etc, pero aun con ello, daré mi visión de forma general.
¿Por qué el plantearme esto? Por lo
que veo en el día a día y en cada paciente.
Se entiende como familia una organización general pero a la
vez importante del hombre. Dicho
en otras palabras, la familia constituye un conjunto de
individuos unidos
a partir de un parentesco. Estos lazos, pueden tener dos raíces: una vinculada a la afinidad
surgida a partir del desarrollo de un vínculo reconocido a nivel social (como sucede con el matrimonio o una adopción) y de consanguinidad (como ocurre por ejemplo con la filiación entre una
pareja y sus descendientes directos). Es decir, resultando un
componente innato de toda persona.
En cambio, en la urgencia, la
realidad es que las familias van dos horas al día, una en el turno de la mañana
y otra en el turno de la tarde, atendiendo a su familiar enfermo, asistiéndole,
comunicándose con él, y a la par, intentando informarse del diagnóstico y
pronóstico por parte de los sanitarios, para poder informarse sobre el estado
de éste. Es decir, tienen un tiempo reducido, condensado aún si cabe más.
¿Cómo poder aumentarlo? ¿Debería
ampliarse más el rango o el tiempo de visita?
A mi parecer, intentar o acoplar
una “visita abierta” en muchas ocasiones ayudaría a facilitar el estado de más
de un paciente, puesto que recae en la familia un pilar fundamental y apoyo
esencial.
Realizar un cambio de visita
restrictiva que es la que hay en la urgencia, a visita abierta, “libertad de
horario”.
Visita abierta con flexibilidad de
horario.
Lo ideal sería establecer un
programa de visitas determinado conjuntamente por la enfermera, el paciente y
la familia, determinando quiénes van a visitar al paciente y la duración de
cada visita.
Josefa de 81 años llegó a la
urgencia por una fractura de cadera producida en la noche anterior, y que le
había ocasionado una cetoacidosis diabética.
Consciente y desorientada al
ingreso, y más tarde agitada y con nerviosismo durante el turno. Coincidiendo
con una disminución de estos factores, además de ansiedad, en el horario de
visita.
La familia, sólo con su presencia,
ya está cuidando al paciente. Contribuye al cuidado de éste dándole apoyo
emocional. La presencia de la familia tiene un efecto psicológico positivo,
reduciendo la ansiedad del paciente y calmándole.
La familia de Josefa no bajaba los
niveles de azúcar en sangre que presentaba, como es obvio, pero sí otros
factores consecuentes a un cambio de entorno, de privación familiar, que
pudieran agravar el estado de nuestra paciente.
Con la privación de ésta, en
cambio, obtenemos gran dificultad en muchos aspectos, ya que debido a esto,
frena el poder abarcar de manera completa y global.
Pero si dejásemos esa entrada y
salida de familiares, ¿no tendríamos ningún problema?
Estas preguntas son un gran dilema,
ya que aunque respecto a algunos aspectos del cuidado del paciente se
mejorarían, otros en cambio, podrían llegar a empeorar.
Pongo el caso de aquel paciente sin
familia, que observa la llegada continua de estos a la gente de su alrededor, o
de forma más simple, la continua
apertura de entrada y salida también podría influir en cierta medida en el descanso
del resto.
Descanso necesario en presencia de
enfermedad.
¿Cómo mantener ese estado de
normalidad que presenta Josefa durante la visita, a lo largo de todo el día?
¿Dilema en todo ello? Creo que sí.
Habiendo de establecer algún punto intermedio para poder solventar todo esto.
Puesto que para intentar establecer
una relación terapéutica, la enfermera deberá conocer mejor al paciente, y
poder reforzar en éste la confianza en la capacidad de los profesionales que le
atienden.
Y en un estado así, imposibilita en
gran medida esta actuación.
Así el estilo de enfrentamiento del
enfermo a su situación, dependerá en gran medida de cómo se produzca la
comunicación con el personal sanitario, deduciéndose aquí la importancia de ese
acto.
Que en el caso de Josefa y en
muchos otros se encuentra limitado, y con ella, también su familia.
Con esto, me remito a ese plano
paralelo pero diferente que cité al principio, no se ha hablado con la familia
de posibilidades de afrontar el estado de la paciente, únicamente esa comunicación
se ha limitado en transmitir si está bien o mal.
Considerando de forma superficial
que al perder la familia pierde su equilibrio y funcionalidad, pudiendo repercutir
al enfermo, como en el caso de Josefa y muchos otros.
Aun así, y con todo ello, creo que
se debería tener claro de forma general, que esa cercanía de la familia,
permite que se establezca “un compartir” entre los profesionales y la familia
altamente beneficioso para el paciente.
Por ello, debería ser un modelo
compartido de toma de decisiones, en el que participan los profesionales, la
familia y el propio paciente (si su situación lo permite).
En cambio, la solución que se ha
estado dando en Josefa, es la administración de medicación, sin recurrir a
cualquier otro tratamiento no farmacológico.
Y siendo sincera, en el momento
como enfermera, tampoco hubiese pensado en otra medida, puesto que no hay cómo
hacerlo o por lo menos, no he descubierto el cómo.
Y no darse por ello debido a falta
de tiempo y exceso de trabajo, como realmente ocurre. Pero que personalmente
creo, no cabria posibilidad de realizarlo de otra forma.
Una reflexión muy interesante sobre la familia Elena. Me ha gustado mucho. Planteamientos muy interesantes a la par que exclusivos, con preguntas muy concisas y de tangencial importancia.
ResponderEliminarBien Elena